En la Cumbre ambiental Rio+20 que comienza en solo un par de días se va a discutir algo más que el cambio climático y los modos de combatirlo.
Los países emergentes congregados en el llamado G77+China llevan a la cumbre una postura común que llaman Desarrollo Sustentable (DS).
Los países desarrollados acuden con un programa de acción que llaman Economía Verde (EV).
Ambos proyectos suponen puntos de vista contrapuestos sobre la problemática ambiental e, incluso, sobre el concepto mismo de medio ambiente.
Lo cierto es que se llega a esta reunión sin que se hayan cumplido en lo más mínimo las previsiones y recomendaciones de la anterior Cumbre ocurrida en la misma ciudad brasileña hace ya 20 años.
Los países desarrollados no lo hicieron, incluso se opusieron, como es el caso de los EEUU, a todas las acciones de política ambiental que supusieran una limitación para su soberanía y su desarrollo económico. El resultado ha sido un enorme deterioro del medio ambiente el que, por supuesto, no comenzó hace veinte años, sino mucho antes -desde la misma revolución industrial- y que ha tenido como protagonistas prácticamente excluyentes a esos mismos países desarrollados.
Uno de los marcadores de este deterioro es la cantidad de CO2 descargado en la atmósfera, el supuesto gas responsable del calentamiento global producto del "efecto invernadero".
La propuesta de la EV supone establecer un conjunto de limitaciones (y sanciones) comerciales para aquellas economías que contribuyan más a la emisión de estos gases contaminantes y proponen, entre otras medidas, elevar a la categoría de Agencia Ambiental Internacional con capacidad de fiscalización y el poder de recomendar sanciones al actual PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente).
Los países reunidos en el G77+China sostienen que la problemática ambiental no debe enfrentarse aislada de las condiciones objetivas del desarrollo económico y social de las comunidades de los países involucrados y proponen una noción de Desarrollo sustentable que incluya sus demandas de desarrollo, en conjunto con una mejor distribución de la riqueza. Rechazan cualquier forma de control o supervisión supranacional que limite sus posibilidades de elección.
En buena medida las alternativas presentes se sustentan en la preservación o, por el contrario, en la revisión profunda de la actual división del trabajo a escala global.
Los países desarrollados, históricamente los grandes contaminantes, han puesto a punto, en especial en este interregno entre conferencias, un conjunto de tecnologías de producción y de fiscalización tendientes a reducir ésta al mínimo compatible con sus propias condiciones de crecimiento y, desde luego, las han patentado.
En palabras simples: han convertido a la ecología y a la preservación del medio ambiente en una industria, en un negocio más del cual poseen el know how. Con esa herramienta en su poder quieren convertir al PNUMA en una Agencia Supranacional de Control y ponerla al servicio de una guerra comercial tendiente a preservar la actual división internacional del trabajo entre naciones ricas poseedoras de la tecnología y naciones pobres productoras de materias primas.
Los países emergentes ven la trampa y no quieren caer en ella. No quieren ceder el control de sus procesos económico productivos y la llave de su bienestar presente y futuro a los países desarrollados aunque esta economía verde venga envuelta en el atractivo paquete de la defensa del medio ambiente.
Carl von Clausewitz (1780-1831) el militar y estratega prusiano es conocido por su sentencia: La guerra es la continuidad de la política por otros medios.
Quizás hoy sería conveniente considerar también su inversa: la política es la continuidad de la guerra con otros medios.
De un lado los países ricos que han desatado la peor crisis global desde el crack del ´29 y que intentan exportarla haciendo que sus costos -económicos y ecológicos- sean pagados también por los países emergentes.
Del otro éstos que, tomados en conjunto dan cuenta de las tres cuartas partes del crecimiento experimentado por la economía mundial en el último quinquenio, no quieren hacerse responsables de pagar por aquello que no han provocado. (ver acá informe del FMI)
Es muy posible que en la próxima Cumbre Ambiental de Río no se llegue a una conciliación de las posiciones, no parece haber entre ellas un camino intermedio, de allí mi referencia a Clausewitz. La guerra (y la política) llevan implícita la decisión de imponer al otro la propia voluntad aunque esta se trate de consolidar, o por el contrario desafiar, el status quo existente.
bastadeodio
Profe, hace rato que ud ya está para editorializar en algún medio gráfico, ¿qué esperan para contratarlo? Yo lo voto, Szpolski!
ResponderEliminarjajajaja...Szpolsky....jajaja
EliminarExcelente post, profe.
ResponderEliminarUn poco de lo que hablábamos hace unos días en relación a las demandas ambientalistas y que tan atinadamente comentaste en mi bolichón bloguero, je.
Ya desde hace un buen tiempo que los países industrializados quieren penalizar a los subdesarrollados por aquellas cosas en las que ellos jamás tuvieron el mínimo cuidado. Y es central el tema de la división internacional del trabajo y las ganas que tienen de, a modo de las trabas fitosanitarias para el comercio, intervenir en el desarrollo económico de los emergentes.
Abrazo.
Tal cual, es una guerra, comercial, financiera e industrial, pero guerra al fin. Por ahora es de trincheras. Y eso que la agresividad que podrían exhibir se ve limitada por la respuesta nuestra y las debilidades de ellos.
Eliminar