Unasur: abrazo fraternal |
Es -desde su origen- un guiso en el que se cocinan los aspectos más controversiales de la globalización de los medios de comunicación occidentales y las políticas exteriores de los países dominantes, de forma tal que por su contenido y el tiempo de cocción, el cocido empieza a oler mal, realmente muy mal.
Por un lado, los grandes grupos concentrados que dominan los medios masivos de comunicación tomaron inicialmente los cables robados o hackeados -como sea- al Departamento de Estado de los EEUU y los utilizaron en favor de sus propios intereses, ocultando los aspectos que más comprometían a los gobiernos "amigos" y dando a conocer en cambio los hechos -en su mayoría chismes superficiales- que más perjudicaban a los gobiernos "menos amistosos" o que eran, desde el punto de vista comercial los más redituables.
Hoy no se preocupan por ocultar la incomodidad e incluso la directa antipatía que les origina Assange y la forma que ha adquirido su lucha en favor de la libertad de expresión y el derecho a la información.
Por otro lado, los EEUU lo quieren entre rejas para juzgarlo por amenazar la sacrosanta seguridad nacional que, como se sabe, es un valor que está por encima de cualquier otro, incluida la libertad de informar.
En esa trampa cayó -o se metió- Assange. El hombre -que no es tonto- se dio cuenta y buscó aliados para escapar a ella. Primero los intentó encontrar, por fuera del circo mediático globalizado en territorios complejos y no convencionales como Rusia (Russia Today) y Al Jazzera. Finalmente se decidió por poner la casi totalidad de los cables a disposición de todo aquel que quisiera acceder. Mucha información sumamente sensible -incluidos vídeos de acciones de la CIA- quedó expuesta en ese tránsito.
Dos cosas quedaron muy claras en el proceso, la forma asquerosa en que los grandes medios habían manipulado la información a su disposición y la impudicia existente en la trastienda de la -en apariencia elegante- diplomacia internacional hecha a la medida de los poderosos.
Assange, acuciado por la decisión británica de extraditarlo a Suecia y previendo que su destino final serían muy probablemente los EEUU, solicitó y obtuvo asilo diplomático por parte del gobierno de Ecuador y se refugió en su embajada. El Reino Unido se niega a reconocerle el status de asilado concedido por Ecuador y no le otorga el salvoconducto para abandonar el país.
Como la situación existente desgasta más al gobierno británico que al ecuatoriano, los primeros -fieles a su tradición colonialista de no respetar a los países que consideran "menores"- amenazaron, el miércoles pasado y por escrito, al gobierno de Ecuador con entrar por la fuerza en la embajada y llevarse a Julián Assange.
Esgrimen -contra toda la larga tradición de la diplomacia internacional- un acta de 1987, la Diplomatic and Consular Premises Act, violatoria de los acuerdos de Viena que conceden total inmunidad a las sedes diplomáticas y que solo posibilitan una acción de este tipo en el caso de que exista un acuerdo explícito por parte del embajador, lo cual en este caso no se da.
Incluso se ha hablado por parte de los británicos de un plazo de una semana, dicen, de preaviso, luego del cual se consideran en libertad para ejecutar la invasión-allanamiento. El plazo vencería este miércoles 22 de agosto. Una situación irritante e inconcebible que no se atreverían siquiera a imaginar si se tratase de la embajada de otra potencia.
Entre tanto, Ecuador ha obtenido el apoyo de varios países latinoamericanos reunidos en la Unasur los que dieron a conocer la declaración de Guayaquil, también se espera una dura declaración en contra de la actitud británica por parte de los países del Alba y para el viernes 24 se prepara una reunión de la OEA en su sede de Washington,con el desacuerdo explícito de los EEUU, Canadá y Trinidad. Los países latinoamericanos le exigen al Reino Unido que negocie honestamente con el gobierno de Correa y logren una salida civilizada y pacífica al conflicto.
Es lamentable pero, a la vez, totalmente esperable. Los medios de comunicación -europeos y latinoamericanos- que antes disfrutaron de las revelaciones de los cables de Wikileaks, ahora cargan contra Assange, contra Correa y contra quienes los apoyen y claramente están a favor de la soberbia y la impudicia británicas.
La dialéctica de amigo-enemigo se lleva por delante los más elementales principios éticos que ha costado decenas de años establecer como el único punto de partida posible para unas relaciones internacionales civilizadas y de respeto.
Amenazan con volver a imponerse en el mundo -si es que en el fondo en algún momento dejaron de hacerlo- utilizando la prepotencia y la fuerza.
Los argentinos lo sabemos muy bien -no todos, ya que algunos pretenden ignorarlo- por padecerlo en carne propia. Los británicos no son amigos de nadie, solo tienen un socio, los EEUU.
No parecen caer en la cuenta -británicos y yanquis- que latinoamérica ya no es su patio trasero ni el lugar exótico y divertido de los negocios fáciles y los gobiernos corruptos. Hay en muchos de nuestros países una nueva clase de dirigentes que han aprendido de las enseñanzas del pasado y no se dejan amedrentar ni avasallar.
bastadeodio
La falta de ética se ve en todos los lados, Profe. Cuando en diciembre 2010 los medios hegemónicos de todo el mundo destilaban de Wikileaks solamente puteríos (muchos de los cuales elos mismos habían generado), muchos de "este lado" leyeron la maniobra (y acusaron a Assange) como una "jugada de la derecha republicana norteamericana". Ni siquiera se dieron por enterados que se venían publicando hace meses informes sobre la intervención norteamericana en Irak y Afganistan que el Dpto de Estado ocultaba con la complicidad de los medios. Cuando salta el escándalo de los cables, ya se podía saber por internet cosas muchas más jugosas que las que se publicaban en los diarios.
ResponderEliminarHoy aplauden y se solidarizan con Assange, siguiendo el camino inverso a los hegemónicos, pero ninguno se autocritica de la pifia original.
Un orgullo que esté asilado en la emb de Ecuador y que lo banquen el 90% de los gobiernos latinoamericanos!
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