Con mucha claridad en los últimos días se ha hecho obvia la estrategia de la comunidad mediática opositora en relación a su supuesto rol como medios de comunicación de información.
Todavía seguimos considerando en gran medida que ese es su rol, sin embargo, deberíamos revisar esta consideración. Naturalmente que en esta revisión se va a poner en entredicho la famosa cuestión de la objetividad e independencia de la labor periodística.
Podría poner muchos ejemplos. Voy a poner solo un par y muy recientes. El primero trata sobre la falsa denuncia de censura a Alberto Fernández por parte de la dirección del canal C5N (Daniel Hadad) realizada supuestamente por solicitud de la Presidencia. Las fuentes que en este caso se adujeron fueron "alguien de la producción me lo dijo" condimentado emotivamente con un "no se imaginan el clima de desconcierto que había en el estudio del programa de Longobardi" y cosas por el estilo. El propio Daniel Hadad salió a desmentirlo pero, por supuesto, todos aquellos que creyeron la versión de la censura no le creen a él, porque se supone que es un aliado circunstancial del gobierno debido a que compite con el grupo Clarín. Da risa el argumento pero es ese y a muchos consumidores les basta. A pesar de la evidente falacia de la información que le servía de base ésta falsa "noticia" estuvo en circulación en los medios radiales, televisivos, gráficos e internet por casi dos días.
El segundo ejemplo, un poco distinto y, si se quiere, más sutil, es la manipulación de las palabras que pronuncia la Presidenta en sus discursos con el fin de desvalorizar su contenido e intentar volvérselo en su contra. Para ello todo vale aún ir en contra de los recaudos más elementales de la tarea periodística que son analizar lo dicho en el contexto en el que se lo dijo, tener en cuenta la naturaleza ambigua del lenguaje, chequear las fuentes y muchos otros etcéteras.
Nelson Castro en el comentario de cierre a su programa (de ayer 16 de marzo) en el canal TN, se refirió al discurso de la Presidenta en el cual ella criticó, sin nombrarlos, a los periodistas Pagni (La Nación) y Pepe (Clarín). En un momento de su descaradamente cínico comentario final felicitaba a la "señora presidenta" por haber afirmado que "los jóvenes que se acercaban a militar en el kirchnerismo, no tenían ilusiones", lo que, según él y su argumento, era un reconocimiento de que lo hacían para obtener más poder, o cargos, o dinero (en línea con el muy publicitado librito de Laura Di Marco -periodista de La Nación- sobre la Cámpora). Para él no tener "ilusión" era no tener "ideales".
Desde luego que Nelson Castro sabe que no era ese el sentido de las palabras de Cristina, sino que por el contrario lo que afirmó es que los jóvenes que se acercaban y apoyaban al proyecto no lo hacían porque creían en "ilusiones" en el sentido de engaños de la percepción, como los de los "ilusionistas" en el teatro, sino porque veían las realidades que ha sido capaz de concretar éste en los 10 años que lleva desplegándose.
A estos dos ejemplos y me atrevo a afirmarlo como conclusión general válida para los muchos casos similares cotidianos, se les puede aplicar esa frase común en relación a los medios y al periodismo de "vender humo", es decir nada de sustancia, solo apariencia.
Como la labor de los magos en el teatro consiste en crear la ilusión en el espectador de que está sucediendo algo que en realidad no ha sucedido y que muchas veces se recurre al humo escénico para ocultar el truco, la frase hecha de "vender humo" aplicable al periodismo se une al ilusionismo del prestidigitador de una forma muy profunda y reveladora de la verdadera naturaleza de cierta producción periodística. Recomiendo la lectura de un muy inteligente post del compañero Daniel Mancuso que va en una dirección similar a la de este, acá.
Al periodista de estos medios no le importa la naturaleza de la información que incluye en sus notas, comentarios, etc. La rapidez que le demanda el trabajo diario conspira -en el mejor de los casos- contra la necesidad de meditar sobre el contenido, chequear las fuentes, investigar en serio sobre el tema. La demanda que le imponen desde la dirección del medio en el que trabajan es otra y en muchos casos, como los dos ejemplos que puse - Longobardi y Castro, dos fanáticos opositores- se someten sin ningún disgusto ya que comprenden el objetivo y lo comparten.
Lo que se les exige es elaborar un producto de fácil y rápida consumisión por parte de los destinatarios, el mensaje debe llegar primero a sus sentimientos, si contiene información errónea o sesgada o manipulada no importa, en todo caso nadie se lo va a reprochar, nadie le va a decir "hacé bien tu trabajo de periodista", la "verdad" no importa, la "verdad" como la "realidad" se construyen, se elaboran en esa fábrica de ilusiones en las que se han convertido algunos medios de comunicación.
Confieso que en parte me ha inspirado en estas conclusiones la lectura de una jugosa intervención de Ignacio Ramonet producida en la reunión de intelectuales con Fidel Castro que tuvo lugar en ocasión de celebrarse la XXI Feria Internacional del Libro y de la cual diera cuenta aquí.
Básicamente Ramonet indica en su intervención que el poder mediático se ha aliado al poder financiero constituyéndose después de éste en el segundo poder. Por supuesto debemos tener en cuenta que su mirada es global y sobre todo europea, aunque, sin duda, sea un intelectual muy interesado en América Latina.
La función de este segundo poder, el mediático, nos dice, consiste en convencer a los ciudadanos de que viven en el mejor de los mundos o, lo que es lo mismo, el único posible.
Para cumplirla, los medios, sean de la naturaleza que sean: gráficos, radiales, televisivos, digitales, etcétera, venden consumidores (a las empresas y otros factores del poder económico) y "regalan" la información al público, la que, en la práctica y debido a la velocidad con la que esta mercancía (o "materia prima" para los mismos medios) circula entre los consumidores deja de ser "información" en el sentido tradicional de la palabra para desnudar su carácter puramente ideológico.
Según Ramonet, los dos primeros poderes de la sociedad capitalista globalizada han desplazado al poder político al tercer lugar, a un rol más bien decorativo o de comparsa. Las decisiones verdaderamente trascendentes las toma el primero, el poder financiero internacional, y el segundo, la corporación concentrada mediática, acompaña estas decisiones y contribuye con su poder a someter al poder político y conseguir que, guardando las apariencias democráticas, el verdadero poder, que queda protegido en las sombras, alcance sus objetivos. Lo que sucede, asimismo, es que los grandes grupos mediáticos se han concentrado y extendido sus intereses más allá de la esfera específica de la comunicación, diversificándose y transformando en verdaderos factores ellos también de poder económico.
Lo que está ocurriendo en nuestro país es que el poder político actual, la Presidenta Cristina, el FpV y sus aliados, no admiten ese papel de meras comparsas del poder en las sombras. Sucede lo mismo en varios países de nuestra américa del sur y en todos estos casos el poder mediático se dedica a atacar al poder político democráticamente constituido de manera feroz y sistemática. Según Ramonet no es que en Europa no lo hagan, lo hacen pero su objetivo no es someterlo -eso ya la han conseguido- su objetivo es perpetuar ese sometimiento.
Tradicionalmente se le asignaba al periodismo el lugar del "cuarto poder", los tres primeros correspondían a las instituciones de la democracia: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Aún hoy se mantiene en el lenguaje y en el imaginario social esta categorización.
Lo que muestra la realidad es que estas categorías válidas quizás para fines del siglo XIX y comienzos del XX hace tiempo que han dejado de ser útiles (ver por ejemplo la famosa película de Orson Welles, Ciudadano Kane). El poder real se ha distanciado del poder formal y lo ha desplazado. Esta movida ha generado un ocultamiento que es necesario desocultar, para que al ilusionista le suceda lo que señala la ilustración de más arriba, que la palabra y la comunicación se democraticen, que los consumidores se transformen en elaboradores de su propia información. Ello reivindica el papel estratégico de la educación pero también pone sobre el tapete la importancia de la formación de los educadores.
La pregunta que todos nos debemos hacer es en qué medida de está implantando en la realidad de los medios de comunicación de nuestro país la Ley de Medios Audiovisuales, en qué medida el poder mediático pasa a manos del pueblo, de los consumidores, que dejan de ser meros receptores pasivos para pasar a ser productores activos y consumidores críticos de la información y la comunicación.
bastadeodio
No me cabe la menor duda de la hipótesis de Ramonet.
ResponderEliminarEstos tipos han dado como respuesta a su derrota un contraataque fabuloso. Están como nunca, operando y operando con todo. Hasta la cosa más irrelevante la convierten en un problema nacional.
Decí que en gran medida este microclima que generan no llega masivamente a los sectores populares, porque es demasiado ya.
Realmente, hay que tener una paciencia a toda prueba para gobernar este país.
Donde incluso las medidas más beneficiosas son tratadas como que se viene el cuco. Caso, regulación en las importaciones.
Tenés razón Daniel y seguramente esta estrategia no va a cambiar, no les importa que no les permita ganar elecciones. No se trata de conquistar al ciudadano, Lo que se trata es de desgastar al gobierno llevándolo a discutir su agenda y desmontar sus operaciones solo para irritarlo y distraerlo de los verdaderos temas, parece sacado del libro de Durán Barba. Lo que los pone más locos es que no tienen éxito.
EliminarExcelente, Profe!
ResponderEliminarComentás con una claridad espectacular el “nuevo orden de los poderes”, eso que uno sabe pero al querer explicarlo, se le enredan las palabras.
Que el verdadero poder está en las sombras, que gran parte de los medios pertenecientes a oligopolios, empiezan a disputar el poder económico... Muy claro, muy claro.
El tener un gobierno que los pone en evidencia, es lo que hace el enfrentamiento permanente, el ataque.
Pienso que la mayoría de los comunicadores que responden a los grandes grupos, son ideológicamente consecuentes con ellos. Si bien no tienen el poder -los comunicadores- tienen algo así como el síndrome de Estocolmo.
Como los dueños del poder saben perfectamente cuáles son sus objetivos es que son, también, creadores de planes de estudio. Los planes de estudio, no están diseñados para liberar al estudiantado, futuros profesionales, sino para conducirlos al sometimiento. Hablo, no sólo de los planes para formar docentes... Volvemos a la Pedagogía del Oprimido y a Paulo Freire.
Un abrazo
Completamente de acuerdo con tu comentario, hay que volver a esas fuentes y a otras, en el campo de la educación pública y en otros también, de otra forma el temporal nos va a agarrar desprevenidos y a la intemperie. Nos han ganado mucho terreno desde el 83 para acá en el campo educativo y todavía siguen prevaleciendo las doctrinas dictadas por el consenso de Washington y elaboradas en los organismos internacionales. Mucha de la gente que podía pensar la educación para la equidad se dejó conquistar por el dulce de las asesorías internacionales y abandonó la trinchera de la realidad para mudarla por unos escritorios en Ginebra y la elaboración de papers.
EliminarTal cual Profe, ningún cuarto poder, directamente oposición. Y no hablemos de la nota de Sarlo ayer en Nazión, folletinesca!
ResponderEliminarAbrazo