Eva y Juan, juntos y felices |
A Eva desde hacía unos años le iba muy bien en su carrera de actriz tanto de radio como de cine y había podido comprarse en 1942 su propio departamento en la calle Posadas del barrio de Recoleta.
El encuentro condujo a un flechazo mutuo fulminante, no había pasado un mes que ella y Juan estaban viviendo juntos en el departamento de Eva. A ambos seguramente los unía ya en ese tiempo tanto el amor como las ideas, las ilusiones, acerca de un país mejor, más justo.
Ella continuó desarrollando en ese tiempo su carrera artística, con múltiples actividades, pero una de ellas era un programa de radio llamado Hacia un Futuro Mejor en el que Eva difundía las conquistas sociales y laborales de la Secretaría de Trabajo que conducía Juan Perón.
Los hechos de octubre de 1945:
Perón se había ganado con sus políticas y los cambios impresionantes que había introducido en las relaciones laborales desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, el apoyo de los trabajadores con los cuales había establecido un pacto de lealtad.
Pero también se había ganado muchos y poderosos enemigos que a comienzos de octubre de 1945, el dia 8 precisamente, se habían puesto en acción haciéndole un planteo al presidente Edelmiro Farrell por el cual le exigían la renuncia del coronel Perón a todos sus cargos (en ese momento acumulaba la Secretaría de Trabajo, el Ministerio de Guerra y la Vicepresidencia de la Nación) el planteo era fuerte, provenía de un supuesto amigo de ambos, el general Vargas -a cargo de la guarnición de Campo de Mayo- y de un enemigo conocido el almirante Vernengo Lima. Farrell cedió y Perón se vio obligado a renunciar.
Pero esto no conformaba a los golpistas, civiles y militares. El día 11 de octubre, se concentraron diversos grupos civiles frente al Círculo Militar donde se discutía la situación. El viernes 12 de octubre, confluye más gente, que se concentra en Plaza San Martín. En el interior del Círculo, altos jefes militares intercambian ideas con políticos de diversos partidos (desde los socialistas Alfredo Palacios, Américo Ghioldi y Carlos Sánchez Viamonte hasta conservadores como José María Paz Anchorena, Adolfo Bioy y Bernardo Houssay pasando por radicales como José María Cantilo y Ernesto Sanmartino). Solo faltaba Spruille Braden, el embajador norteamericano, pero lo que había era una clara representación de las fuerzas que conspiraban contra Perón y lo que él representaba y no estaban satisfechos con su sola renuncia.
El diario La Prensa, el de mayor tirada y el más opositor en ese entonces, describía los hechos de la siguiente forma: afuera del Círculo se concentra "un público selecto formado por señoras y niñas de nuestra sociedad y caballeros de figuración social, política y universitaria, jóvenes estudiantes que lucían escarapelas con los colores nacionales, trabajadores que querían asociarse a la demostración colectiva a favor del retorno a la normalidad".
También hay crónicas del otro bando, Armando Cascella describe con ironía el "picnic oligárquico" como una "Fiesta campestre, con señoras y señoritas de la clase ‘bien’, sentadas en las capotas de sus lujosos automóviles, o en rueda sobre el verde césped de ese aristocrático paseo, en amable y entusiasta tertulia ‘democrática’ mientras los mozos del Plaza Hotel y de otras proveedurías vecinas, ayudados por jóvenes galantes, iban y venían presurosos, con las bandejas cargadas de copetines, de botellas de champagne y suculentos sándwiches de pollo, de pechuga de pavita y de caviar".
Los opositores a Perón exigían la cárcel y quizás su muerte. Era un secreto a voces.
Perón y Eva, con la vida y la libertad de él amenazadas, permanecieron juntos trasladándose por precaución por diversas casas, entre ellas la de Elisa Duarte, la segunda hermana de Eva.
El 12 de octubre por la mañana, llegan al Tigre, a una casa que les había ofrecido Rodolfo Freude, hijo de un poderoso empresario alemán amigo de Perón.
El fiel Mercante los despide y luego asiste a una reunión con veinte dirigentes gremiales para analizar la situación planteada por la renuncia de Perón y el riesgo inminente para su seguridad.
Esa misma tarde, Farrell, después de conversar con el almirante Vernengo asumido como cabecilla de los sublevados, decide la detención de Perón. El Jefe de Policía, el coronel Mittelbach, se dirige a Tres Bocas, en el Tigre, para apresarlo.
A la una de la madrugada del día 13 Mittelbach le comunica a Perón que tiene orden de trasladarlo a un buque de guerra.
Perón se niega a acompañarlo argumentando que no quiere ser arrestado fuera de su jurisdicción militar y le solicita que se comunique con Farrell para modificar la orden. Acto seguido Perón, siempre acompañado por Eva, se traslada al departamento de la calle Posadas, donde esperará novedades. Alrededor de las dos y media del sábado 13, el subjefe de policía -mayor D’Andrea- se presenta en el departamento y lo lleva detenido a la cañonera Independencia para dirigirse de inmediato a la isla Martín García.
Mercante los acompaña y recuerda la despedida: "Perón susurró unas palabras recomendándome a Eva y luego, suelto y natural, subió la pasarela".
Eva se queda sola y posiblemente (no hay acuerdo sobre si Eva intervino haciendo algún tipo de gestión -lo que probablemente desease hacer- en relación a la situación de su compañero) decide, en ese momento o más tarde, irse a Los Toldos con su familia, tal como deseaba Perón por su seguridad, a esperar el desarrollo de los acontecimientos. De todas formas los sucesos comenzaban a acelerarse más allá de la voluntad de sus protagonistas.
Envalentonados los opositores no esperan más para mandar claros mensajes de que los buenos tiempos se habían terminado para los trabajadores.
En la noche del 13 de octubre, el profesor Juan Fentanes, nuevo Secretario de Trabajo y Previsión, se dirige a la población por la radio intentando disipar los rumores crecientes acerca de la pérdida de conquistas sociales y laborales, sin embargo, afirma de forma contradictoria con lo anterior, que el Estado no debe cumplir un papel relevante en los conflictos laborales "pues obreros y patrones deben resolver directamente sus problemas"
Entretanto, Perón prisionero en Martín García escribe tres cartas, una a Farrell, otra a Mercante y la tercera a Eva. En la carta a Mercante deja en claro su oposición a producir un enfrentamiento armado con los golpistas:
"... Me hace mucha gracia que algunos creyeran que yo me iba a escapar. Son unos angelitos pues si lo hubiera querido hacer, tenía diez embajadas con amigos que me hubieran acogido con los brazos abiertos. Ellos olvidan que yo soy un soldado de verdad y que si no hubiera querido entregarme, hubiera sido otro el procedimiento que habría seguido. Con todo, estoy contento de no haber hecho matar un solo hombre por mí y de haber evitado toda violencia. Ahora, he perdido toda posibilidad de seguir evitándolo y tengo mis grandes temores que se produzca allí algo grave
"... Le encargo mucho a Evita, porque la pobrecita tiene sus nervios rotos y me preocupa su salud. En cuanto me den el retiro, me caso y me voy al diablo. Saludo a todos los amigos y en especial al "peronismo"...
"Querido amigo. Usted es de los excelsos, por eso vivirá amargado pero con una conciencia feliz. La conciencia es la madre del alma, por eso nos adormece con una canción de cuna cuando está pura y limpia".
La carta a Eva, escrita el 14, revela un amor y una ternura que emocionan (es posible que exista una anterior del día 13, pero si es así se ha perdido):
“Mi adorable tesoro: Sólo cuando estamos apartados de quienes amamos, sabemos cuanto les amamos. Desde que te dejé ahí, con el mayor dolor que se pueda imaginar, no he podido sosegar mi desdichado corazón. Ahora sé cuánto te amo y que no puedo vivir sin ti. Esta inmensa soledad está llena de tu presencia. Escribí hoy a Farrell, pidiéndole acelerara mi excedencia y, tan pronto salga de aquí, nos casaremos y nos iremos a vivir en paz a cualquier sitio…..
Desde casa me trajeron aquí, a Martín García, y no sé porqué estoy aquí ni me dicen nada. ¿Qué te parecen Farrell y Avalos? ¡Qué par de bastardos, hacer esto con su amigo! Así es la vida. Lo primero que hice al llegar fue escribirte. No pierdas los nervios ni descuides tu salud en mi ausencia hasta que vuelva. Estaría más tranquilo si supiera que no corres peligro y estás bien. Díle, por favor a Mercante que hable con Farrell para saber si autorizan que nos vayamos a Chubut. Creo también, que tendrías que poner en marcha algún tipo de papeleo legal…..Ten mucha calma. Mazza te informará de cómo va todo.
Haré lo posible por regresar a Buenos Aires…Si se acepta mi excedencia nos casaremos al día siguiente y si no, ya lo arreglaré todo de una manera u otra, pero sea lo que sea, pondremos fin a tu vulnerable situación. Amor mío, tengo en mi cuarto aquellas pequeñas fotos tuyas y las contemplo todos los día con los ojos húmedos. Que no te pase nada o de lo contrario mi vida habrá acabado. Cuídate mucho y no te preocupes por mí, pero quiéreme mucho porque necesito tu amor más que nunca…
Escribiré un libro sobre todo esto…y ya veré entonces quién tenía razón. Lo malo de este tiempo y especialmente de este país, es la existencia de tantos idiotas, y como sabes, un idiota es peor que un canalla. Bueno mi vida, me gustaría seguir escribiendo todo el día pero Mazza te contará más de lo que yo te pueda decir. La lancha llegará dentro de media hora. Mis últimas palabras en esta carta serán para pedirte calma. Muchos, muchísimos besos a mi queridísima chinita. Perón”.
Esto cierra los sucesos del 14 de octubre. Mañana seguimos.
bastadeodio
Grande Profe, una biblia peronista usté!
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