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miércoles, 26 de septiembre de 2012

El lado oscuro del asalto al Consulado de los EEUU en Bengasi

Lo que inicialmente fue presentado como un ataque espontáneo e incontrolado de una turba enfurecida por la pésima  e inesperada (?) película "La inocencia del Islam", en la que se insulta al profeta Mahoma y que terminó con la vida del embajador de EEUU en Libia, Christopher Stevens y de tres militares de élite estadounidenses, permite develar una pequeña parte de la trama compleja de la intervención estadounidense en Libia.

Por un lado, varios expertos militares revelaron a la prensa internacional la evidencia de que el ataque -en el cual se emplearon lanza granadas y morteros- había sido cuidadosamente planeado y ejecutado por milicianos bien entrenados (entre unos cincuenta y doscientos hombres según algunas fuentes). De modo que ni fue espontáneo ni tampoco fue una acción para "celebrar" el 11-S, que son las dos hipótesis que se barajaron.

Por otro lado, resulta también claro que el consulado y el propio embajador formaban parte integral del sistema de inteligencia de la CIA en Libia, cumpliendo el rol de centro de comando de un grupo numeroso de agentes que estaba encargado del control de los arsenales de armas en poder del régimen de Gadafi y, a la vez, realizaban tareas de inteligencia sobre los grupos islámicos que colaboraron -directa o indirectamente- con la intervención de los EEUU y la OTAN. Se sabe que numerosas armas de ese arsenal terminaron en manos de milicias islamitas radicales.

Finalmente, confirma que todo el este de Libia y en particular la ciudad de Bengasi -que fuera el origen de la insurrección contra Gadafi- es un auténtico hervidero de milicias de todo tipo, "legales" porque están controladas por el gobierno títere libio e ilegales (incluidas las pro Gadafi), hasta ahora toleradas con dificultad, pero indudablemente en inevitable curso de colisión entre sí.

El ataque al consulado -que además gatilló ataques similares a propiedades e intereses de los EEUU en varios países árabes- se inscribe en ese complejo marco que al fin y al cabo es el resultado directo de la intervención norteamericana en Libia y de la desestabilización consecuente de una amplia zona del Magreb africano.

El viceprimer ministro libio, Mustafa Abushagur, aparentemente preocupado por la manifiesta debilidad en el ejercicio de la soberanía territorial por parte del gobierno libio, declaró la semana pasada a The Wall Street Journal que había comprendido la magnitud de las operaciones de la CIA en Bengasi debido al notable número de estadounidenses que se presentaron en el aeropuerto para ser evacuados (por supuesto que es difícil creer en su inocencia y desconocimiento).

Lo que está claro es que de alguna forma los EEUU -que hasta utilizaron a milicias vinculadas a Al Qaeda para su propósito de eliminar a Gadafi- ahora procuran que éstas no escapen a su control, tarea que no les está resultando nada fácil como lo prueba la importancia que han cobrado en varios países del norte de Africa grupos como Ansar el Din y la propia Al Qaeda del Magreb Islámico y el tráfico de milicianos, armas y recursos en toda un área geográfica con fronteras tradicionalmente muy permeables y un gran número de conflictos activos y latentes.

La situación se vuelve especialmente compleja para los EEUU porque sobreimpuesto al panorama descrito se reproduce también de forma muchas veces violenta un conflicto tradicional entre dos formas diferentes de entender el Islam, la Sufí y la Salafista, esta última más radical en el sentido religioso y apoyada por Arabia Saudita, el gran aliado estratégico de los EEUU en el mundo árabe.

Por supuesto que -por lo menos oficialmente- los EEUU se presentan como las víctimas inocentes del ataque de turbas enardecidas. En el acto de homenaje a los cuatro estadounidenses muertos en Bengasi, estuvieron presentes el premio Nobel de la Paz, Barack Obama y su Secretaria de Estado. Hillary Clinton. Esta última dijo, refiriéndose a los libios:

"No cambiaron la tiranía de un dictador por la tiranía de la turba" y fue aún más explícita con respecto a que nada ha cambiado por estas bajas sufridas: "EEUU debe liderar el mundo, se lo debemos a los que han perdido la vida por ello. Estoy tremendamente orgullosa por el trabajo realizado".
Hillary se refería naturalmente al autoasignado papel pacificador y democratizador que su país cumple en la región. Algo así como la luz del mundo civilizado que generosa y desinteresadamente despeja la oscuridad de la ignorancia.

bastadeodio                                                                   

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