En el blog del amigo Ricardo, Los Huevos y Las Ideas, se planteó una más que interesante discusión sobre qué es el kirchnerismo en la cual hubo valiosos aportes de los comentaristas, entre ellos Leandro planteó que en su opinión este movimiento se definía por abrazar los objetivos de independencia económica, soberanía política y justicia social -las tres banderas del justicialismo- más el pragmatismo como una herramienta para alcanzarlos.
Otro comentarista, Daniel Olivau, acordó en general con lo dicho por Leandro pero puntualizó que a su juicio estos objetivos son demasiado generales y que -se desprende de ello- es necesario desagregarlos en objetivos más inmediatos y concretos y, en consecuencia, realizables.
Finalmente, el amigo ram hizo un más que importante aporte al recordar que el kirchnerismo -en su opinión- excede como propuesta política al peronismo porque da cabida a sectores no peronistas e incluso muy críticos con respecto a él, dice ram:
..."Puede que a muchos peronistas no les guste (no le gusta, seamos serios) pero el kirchnerismo es más que simplemente peronismo y encima podemos hablar de un peronismo en permanente y bienvenida depuración que va dejando al margen lo peorcito... ¿a nadie se le ocurrió hacer una encuesta acerca de si el auto-raje de Moyano atrae o no atrae más votos?, para no hablar de tipos como el momo (Venegas) o el cabezón (Duhalde)."
Como el tema lo amerita yo también pienso meter la cuchara en ese guiso que, por añadidura, se está cociendo en estos precisos momentos lo que no deja de ser intelectualmente riesgoso, pero que -como dice también ram- tiene precisamente ese encanto, el de lo nuevo, el componente de desafío. Porque Leandro tiene razón en cuanto a que el (o la) cocinera al mando no se maneja con una receta preestablecida al estilo de la Petrona sino que es una cocinera gourmet y creativa. Esa es una característica del kirchnerismo que me interesa resaltar, no se anda con chiquitas, se plantea objetivos concretos y realizables aunque parezcan enormes y lejanos y avanza en ese sentido.
Tal vez sea necesario -porque hay más de uno que duda frente a la magnitud de los problemas y los obstáculos cotidianos- echar una mirada rápida hacia atrás y ver de dónde venimos y dónde estamos para apreciar un poco más lo logrado. Sin ello, se hace difícil seguir avanzando.
El eterno problema de nuestro país desde el punto de vista económico y también político ha sido su dependencia o subordinación con respecto a los centros del poder mundial. Primero con respecto a España, luego con respecto a Inglaterra y finalmente en relación a los EEUU. Perón, y otros muchos, lo vieron.
Estaba claro que esta situación de dependencia era enormemente perjudicial para los intereses del conjunto, en especial para los sectores trabajadores. Porque, no jodamos, no somos todos trabajadores, había y hay sectores de la sociedad argentina que viven de rentas, de enormes y muy fáciles rentas, que fluyen de manera constante a sus bolsillos y no todos, es importante notarlo, son agrogarcas.
Entonces, independencia económica sin justicia social no implica soberanía política. Las tres banderas son una sola. Perón pensaba o soñaba con un país independiente, orgulloso de su origen, consciente de sí mismo y justo; en el cual todos sus habitantes pudiesen resolver sus vidas en paz, seguridad y libertad.
Para lograrlo había cosas que cambiar y una de ellas era esa cultura rentística y atrasada y reemplazarla por una cultura del trabajo y el desarrollo industrial. Esa sería la base material sobre la que construir la autopista hacia los objetivos. Lo que Perón proponía era el desarrollo de la fuerza social (y no solo peronista) capaz de llevar adelante los cambios. En ese esquema el desarrollo de una burguesía industrialista era uno de los elementos cruciales junto con la organización de los trabajadores. El otro elemento fundamental era el rol del Estado como impulsor del desarrollo económico y social.
Mucho se logró en ese camino. En primer lugar se instaló en los trabajadores una conciencia de lo que no debía ser y de lo que era posible realizar, una conciencia que nunca lo abandonaría, ni en las peores circunstancias. El peronismo se transformó por esa particular razón en el hecho maldito del país burgués, como decía con mucha agudeza Cooke una observación que bien haría en considerar seriamente y de una vez la izquierda argentina.
Pero la reacción de los intereses afectados -apoyada por los EEUU- acabó con ese proceso y la noche bajó sobre los derechos del pueblo, una larga noche pero en la cual los trabajadores mostraron una resistencia increíble, siempre nucleados en torno al peronismo como bandera y con el General al mando.
Lamentablemente en su retorno al país, en los comienzos de los ´70, el General tenía toda la lucidez necesaria para retomar la senda pero su cuerpo ya viejo y cansado no lo quiso. Es justo decir que fueron pocos los que lo comprendieron y acompañaron y que esto precipitó el desenlace.
Sí, fueron muy pocos dentro del movimiento quienes se percataron de lo difícil de las circunstancias internas y externas y, en cambio, la mayoría de los dirigentes -de todos los niveles y estructuras- actuaron de manera centrífuga y absolutamente contraria a los intereses del movimiento y de la mayoría del pueblo. A unos porque les parecía muy poco lo conseguido, a otros porque les parecía demasiado, a todos por incomprensión o mezquindad.
Cuando en el ´83 regresa la democracia, es el pueblo el que se encarga de la primera tarea de limpieza del movimiento y luego lo sigue la dirigencia a la que, sin embargo, le faltó la lucidez necesaria para elaborar una propuesta realizable de futuro, que tuviese en cuenta los cambios operados en el país y en el mundo y que fueran producidos por la reestructuración -en todos los órdenes- del poder mundial entre los finales de los ´80 y la década de los ´90s (militares, económicos, tecnológicos, de predominio del poder financiero sobre el industrial, etcétera).
Es en ese contexto de fracaso de la dirigencia política nacional en el que surge Carlos Menem que, para decirlo en pocas palabras, regala el movimiento y sus banderas al enemigo en aras de una supuesta modernización que no es más que rendirlo al Nuevo Consenso elaborado por Washington. Ese, el del filósofo reganiano Fukuyama, del fin de las ideologías y con ellas, de la historia.
La historia ciertamente no termina o mejor dicho para nuestro país termina en desastre. Pobre, más dependiente que nunca y con su tejido social e industrial destruido.
En el 2003 Néstor Kirchner asume el gobierno de un país en ruinas y acomete la tarea de reconstrucción con ideas y con fuerza, pero sin el apoyo social necesario para realizarla. Esa es la realidad, pero el hombre no se amilana, detecta los problemas principales, con criterio y sentido común, entre otras cosas, le cierra la boca al FMI y bloquea las pretensiones de los EEUU de seguir dirigiendo la política doméstica, obtiene la comprensión y el apoyo de varios países de la región, entre ellos del fundamental Brasil de Lula.
En lo económico basa su estrategia de saneamiento del Estado con las políticas de equilibrio de las cuentas externas (superávits gemelos), de la recuperación del consumo interno, de la capacidad instalada industrial y del intercambio regional.
Como se parte de un piso muy bajo la recuperación es espectacular. No solo en lo macro económico, también en lo político e institucional. Pero su conducción no es meramente pragmática, impulsa, por ejemplo, la política de Memoria y Justicia, que lleva a reabrir las causas por las violaciones a los DDHH ocurridas durante la dictadura cívico-militar.
La renovación de las instituciones del poder judicial y la recuperación del rol del Estado para intervenir en la vida económica con la reimplantación de las retenciones a las exportaciones agropecuarias. Claro que hay cosas que no llega a hacer, todos recordamos las resistencias que encontró. Pero muchas de ellas se pudieron encarar en el período de gobierno de Cristina, por ejemplo, la reforma a la Carta Orgánica del BCRA y una agresiva política de aumento de la inversión social.
Pocos pueden dudar sinceramente de la profundidad de los cambios operados y del éxito de la política kirchnerista en el orden de los objetivos macro: Disminuir la exposición de la economía nacional a los factores externos negativos al acumular reservas y disminuir el peso de la deuda externa, aumentar el nivel de empleo y de consumo (el nivel de satisfacción), revisar en la conciencia de los ciudadanos la nefasta etapa de la dictadura y del menemismo, con la revisión del pensamiento único del Concenso incluido, entre otros objetivos particulares alcanzados.
Ahora el gobierno -con muy poca comprensión de las fuerzas sociales que lo apoyan- está librando una batalla quijotezca, que tiene poco de pragmática y mucho de estratégica, contra la dolarización de la vida cotidiana. Es curioso, a ésta todos la vemos como un problema, incluso quienes la fomentan, sin embargo al gobierno lo dejamos solo con esa política y las críticas y operaciones en contra que suscita.
Pero la trascendencia de éstos objetivos no termina en ellos sino en que se inscriben en una recuperación y actualización de las tres banderas históricas del movimiento nacional. En otras palabras hemos retomado la senda abierta por el General Perón y por Evita y no debemos abandonarla nuevamente. No por nosotros, los peronistas, sino por todo el pueblo trabajador. En esto, como decía Perón, peronistas somos todos.
bastadeodio
Muy bueno Porfe, todo esto está muy claro, y se desarrolla a través de la enorme batalla cultural que venimos dando y recién desde la 125 se ha hecho visible, falta todavía, mucho, pero estamos orientados...
ResponderEliminarEl kirchnerismo es el único peronismo posible HOY
ResponderEliminarabrazo Profe!
En lo que respecta a desendeudamiento y acumulación de reservas, pilares del kirchnerismo, no sólo significaron disminuir la exposición de la economía a factores externos sino, y supongo que la Historia sabrá reconocerlo, también a los inefables factores internos. Es decir, el kirchnerismo le dió una estocada fundamental al Partido del Mercado, acostumbrado como estaba a condicionar la política económica vía corridas cambiarias o megafugas de divisas.
ResponderEliminarMuy buen post.
Gracias por la cita.
Abrazo.
Brillante profe!!! Bri-llan-te!!!!
ResponderEliminarPienso que se está avanzando para consolidar lo mejor del peronismo.
Con respecto a la pesificación de la economía, es una jugada por demás importante. No se pueden levantar otras banderas si no se tiene soberanía monetaria. Deseo fervientemente que se establezca una nueva cultura, la cultura de "lo nacional" que incluye la moneda... Claro que ésto, a los que por algún motivo tenemos alguna operación pendiente -vivienda en venta para comprar otra, por ejemplo- de a ratos nos deja sin respiración...
Concretamente, creo que mi nieta tendrá que dormir en un pasillo (por mí, me la llevo a vivir conmigo) ya que, vender para comprar hace un par de meses se torna imposible y la niña no esperará el cambio cultural para venir a este mundo. Pero éste es un caso individual, el bien colectivo es lo que indican las medidas tomadas.
Abrazo,