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lunes, 17 de noviembre de 2014

El populismo: ¿posibilidad o amenaza?

La nueva bestia negra del stablishment europeo es -como antes lo fuera el comunismo- la amenaza populista. Y el lenguaje que se usa para descalificarlo, las construcciones mentales que se crean para demonizarlo recuerdan las previas prédicas anticomunistas, pero con una importante salvedad: antes el enemigo era predominantemente externo, ahora, en cambio, es interno, sus exponentes son expresiones políticas legítimas que surgen de los restos de democracia que aún quedan en pié y que expresan demandas que realmente existen en las sociedades. Algunas de las demandas son progresivas y otras regresivas, la prédica anti populista las mezcla a todas en una misma bolsa, no con el objetivo de perjudicar por igual a ambas sino especialmente a las primeras. Lo cierto es que hay en Europa un populismo de derecha y otro de izquierda y no son lo mismo, son antagónicos. El de derechas es de vieja data y los malos recuerdos que trae aún están muy frescos. De eso se aprovecha la campaña anti populista.

La actitud de ese mismo stablishment frente a la amenaza comunista fue en su momento constructiva e inteligente: consistió en la costosa construcción del Estado de Bienestar que trajo paz y prosperidad a la Europa devastada por la guerra. Trajo, también, algo que es mucho más importante, movilidad social ascendente y una promesa de un futuro mejor para los hijos que el que habían tenido los padres. Los dueños de la riqueza buscaron entre los ciudadanos de mundo -en los casos en que pudieron hacerlo- a los políticos más idóneos para llevar adelante esa tarea. Toda una arquitectura política sofisticada, con alternativas, con participación popular surgió y desplazó a los totalitarios del escenario político.

Desaparecida la amenaza comunista -pero no la amenaza de reinstalación de un orden totalitario encubierto a escala global- el escenario es completamente distinto. El stablishment, esa casta de privilegiados que gobierna el mundo globalizado y que usan como gerentes a los señores y señoras que desde sus escritorios en Washington y Bruselas operan para ellos, decidieron que el Estado de Bienestar, las fronteras entre países y las peculiaridades culturales eran o bien un gasto innecesario o un obstáculo para el crecimiento de su riqueza personal. La solidaridad vista como cohesivo social se reemplazó por el individualismo radical.

Lograron convencer al personal que la movilidad social no era un asunto que le interesase al Estado, que era un asunto individual. Durante un tiempo, quizás demasiado largo, se les creyó. Pero cuando personas altamente capacitadas no encuentran trabajo o lo pierden esa ilusión individualista naturalmente se resiente.
El individualismo -antitético con el Estado de Bienestar- exige también ceguera parcial, no percibir la desigualdad, ver al caído (o al extranjero) como un vago, un inadaptado, un indeseable.

Los desarrollos tecnológicos son siempre producto de las necesidades de esos sectores dirigentes. Es esa necesidad lo que convierte a los hallazgos científicos y técnicos en objetos de la vida común. No las necesidades de "la gente común" o la oportunidad de negocio como se suele pensar. Las necesidades de dominio producen revoluciones -en el sentido de cambios sociales y políticos- en las cuales la tecnología es solo un medio para lograr los fines.

La globalización preexiste como decisión estratégica a la revolución de las tecnologías de la información y comunicación, éstas son consecuencia y medio para concretar aquella. Para marcar la presencia, la fuerza, en los territorios en disputa están además las armas, las provocaciones, las agresiones, esa otra cara, más desagradable, que trata de ocultarse, de la globalización.

Que los enemigos principales de la globalización -los nacionalismos y los populismos- sean internos a cada una de las sociedades lleva al totalitarismo porque la respuesta del stablishment amenazado pasará inevitablemente por la seguridad interior. En Latinoamérica sabemos muy bien lo que significa la "doctrina de la seguridad nacional". Algunas muestras ya hay en otros territorios. El envío de tropas del ejército, incluidos tanques, a Cataluña por el referéndum, las amenazas a Grecia de "nosotros o el caos" ante el posible triunfo de Alexis Tsipras, la presión sobre los votantes de Escocia para impedir el triunfo de sí, el uso en todos los casos de la represión policial desmedida.

Como es obvio el otro gran obstáculo para una globalización hecha a la medida de las ambiciones de sus creadores es que han ingresado más jugadores al partido: el bloque de los llamados países emergentes, los BRICS, Rusia, China, India, que les disputan con diferente grado e intensidad el predominio sobre los recursos y el comercio mundial. Estas disputas son un peligro latente porque en ellas el stablishment ve una amenaza y no una competencia dentro de las reglas del capitalismo que ellos dicen adorar.

Recuerdo cuando para denostar al comunismo o al socialismo se hablaba de "socialismo real" y se lo exhibía como una prueba de su miseria. Hoy cuando se critica al populismo no se puede hacer lo mismo porque en Sudamérica y en otras partes del mundo existen pruebas abundantes de que los gobiernos que podrían ser calificados de "populismo real" pueden mejorarle realmente la vida a mucha gente que antaño y bajo gobiernos neoliberales del llamado Consenso de Washington quedaba excluida. Por eso no les queda más remedio que crear un populismo imaginario, una bestia negra a la medida de sus necesidades. Aunque hay algún líder político con gran apoyo popular en la región, y de izquierdas por añadidura, que o bien por congraciarse con la dirigencia europea o bien porque realmente lo cree, rechaza al populismo. Lo que no deja de contribuir a la confusión.

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bastadeodio                                                                   

1 comentario:

  1. Con tan poco tiempo de vida, Podemos ya es una realidad, a tiro de realmente de ganar las próximas elecciones. Nos llaman a gritos a todos nosotros los que integramos la Patria Grande. A apoyarlos con todas las fuerzas y pegar la gran llegada del populismo a España.

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