Veía por la televisión las imágenes del Indoamericano borroneadas por el terrible chaparrón que estaba cayendo y que la gente permanecía allí firme, estoica, endurecida, transmitiendo mucha fuerza, mucha decisión, mucha realidad. Pero uno también pensaba, encima ésto, además de la incertidumbre y el miedo por los posibles ataques de "los vecinos", esta tormenta despiadada les debe estar complicando todo, hacer las tareas mínimas de atender a los hijos mas chicos, de comer algo, de higienizarse, de ir al baño, mierda, que difícil debe ser estar ahí.
Y eso estaba pensando y sintiendo cuando se ve llegar la impresionante columna de vehículos de la Gendarmería Nacional. Eran máquinas de todo tipo, colectivos, tanquetas, camionetas, realmente te ponía los pelitos de punta verlos así, poderosos, una gran presencia verde imponiendo respeto.
Pero era inevitable preguntarse ¿Cómo lo tomarán los del parque?. Está bien, me respondo, esa entrada fue largamente esperada, seguramente la expectativa es favorable, pero ¿Cuál será la actitud de los gendarmes?, ¿Será la de protectores o la de carceleros? ¿Cómo será el primer contacto de ellos con la gente del Parque?. Uno tiene grabados en la memoria casos de intervenciones anteriores de la fuerza ante conflictos similares que son pésimos antecedentes (Recientemente, por ejemplo: 13-09-2010, Lote 16, Gral. Vedia, Chaco).
Mi expectativa era grande, sobre todo después de escuchar las palabras, primero del joven Alejandro Salvatierra (¡Qué nombres tan adecuados para este claro, maduro y contundente militante!) y del experimentado Anibal Fernandez, después, que te hacían presentir, en el corazón aunque no todavía en la cabeza, que la cosa parecía encaminarse.
La ridícula y sobreactuada conferencia de prensa del ocupante del cargo de Jefe de Gobierno, a pesar de la incongruencia manifiesta con todas las expresiones anteriores del sujeto y del comienzo agresivo dedicado al gobierno nacional, mostraba una imagen de desgaste y un contenido de rebobinado tal que también producían un efecto balsámico para el alma.
A pesar de ello sentía que mis emociones al ver las imágenes transmitidas desde el parque, comenzaban a ser difíciles de controlar y para peor -los trucos del subconsciente- aparecían los consejos médicos que siempre te vienen a la mente en estos casos, pero estaba muy dispuesto a no escucharlos. Realmente sentía la vida ocurrir y no me lo quería perder. (Bueno, entiéndase, sé que es mucho mejor estar ahí y no delante de la TV, son las limitaciones físicas y/o psicológicas que carga cada uno y es mejor aceptarlas, creo).
En el diario Página 12, del sábado 12 de diciembre, se publicó una nota firmada por Soledad Vallejos que me releva de seguir aburriéndolos con el relato de mis sensaciones mediadas por la pantalla de la TV.
En el link tienen la nota completa, es magnífica como pintura de lo que allí se vivía en esos precisos momentos, no quiero evitar reproducir aquí algunos párrafos.
"...la llegada impuso un silencio densísimo que sólo se quebró en aplausos. Desde los lotes más cercanos a la avenida, cruzando el barro, llegaban mujeres y hombres: querían ver. Algunos se acercaban con temor. Otros, con decisión. Un muchacho de jogging gris, remera deportiva, mochila, llegó al asfalto y se arrodilló. Ante el paso ininterrumpido de los efectivos de Gendarmería, apoyó la frente sobre el piso y permaneció así dos, tres, todos los minutos que duró la aparición. “Bien, papi, bien”, decía Pedro, un morocho fornido, de bigotes, y ojos brillantes. Tiene 49 años, estuvo en el asentamiento “desde el primer día”. Vio “todo”. Y por eso seguía aplaudiendo. “Porque nos mataron a cuatro, mami.”
"La lluvia, intensa, copiosa, convirtió parte del Parque en un lodazal. En la entrada de Escalada, había quienes se refugiaban bajo árboles, pero también quienes se cobijaban bajo las telas plásticas atadas aquí y allá, sostenidas por ramas, con alguna chapa, alguna bandera argentina flameando por el viento intenso. En la otra punta del lugar, transcurría el velatorio de Juan Castañeta Quispe, en una capilla ardiente muy parecida a estas tiendas"
"Cuando terminaba la lluvia, de todos los transportes bajaron mujeres y varones en uniformes de Gendarmería. Se alternaban, uno de frente al parque, otro de espaldas, hasta copar toda la zona del acceso. “Compañeros, vamos para adentro del predio”, dijo de repente la voz de Alejandro Salvatierra, el delegado que pasado el mediodía había abierto la breve conferencia de prensa de movimientos sociales en Casa Rosada. “No hay nada que mirar. Sigamos con nuestra vida normal de todos los días. Gendarmería viene a cuidarnos. ¡Vamos para adentro, por favor!”
"Salvatierra repitió: “Vamos”, y no tuvo que pedirlo nuevamente. Una nube de mujeres y hombres y niños se alejó Parque adentro."
"Al llegar el cerco, empezaba a notarse la organización que el asentamiento había comenzado a darse, apenas, el día anterior. El esfuerzo por instalar una rutina capaz de volver más comprensibles los días, la situación, la vida en un parque tan parecido a una quema, tan lleno de escombros, había comenzado poco antes de los ataques (“que llegaron de Samoré, de los edificios, pero no de vecinos”) del viernes por la noche. Ayer por la tarde, ya existía algo previsible. “Tenemos delegados por manzanas, queremos calmar la tensión, no queremos más muertes”
"Parque adentro, un multitud rodeaba en silencio a Salvatierra. Acababa de empezar la última de las tres asambleas que se prometieron hacer cada día: en la mañana, pasado el mediodía y al atardecer. “Hablé con un jefe de Gendarmería –advertía Salvatierra–, todos tranquilos. Lamentablemente hasta el lunes no vamos a tener ninguna novedad. Somos muchas más personas que hace dos días. Yo dije dos mil, pero no sabemos. Igual, como somos tantos, nos prometieron mandar comida a granel. Tenemos que organizarnos en grupos de entre veinte y cincuenta para cocinar. La prioridad son los chicos, las mujeres embarazadas. Después los hombres. Vamos a tener que bancarnos y dejar que ellas tengan prioridad para comer. Pero les pido, compañeros, paciencia. No estamos acá por un plato de comida, un vaso de leche, un poco de agua. No nos peleemos. Acá estamos porque queremos lograr una vivienda digna. Yo no voy a decidir nada. Entre todos vamos a decir qué nos conviene o qué no.” Sólo había silencio. “¿No?”, preguntó Salvatierra. “Sí”, respondió la multitud alrededor. “¿Estamos de acuerdo?”. “Sí.”
"A unos metros, Graciela, una joven boliviana de sombrero y falda, Meli, y Roxana, tienen fe en que la noche será más benigna. En que esta vez no vendrán “de los departamentos”.
"Cristian y Pedro acababan de enterarse de la novedad del día: la desmentida del director del SAME acerca del cuarto muerto. “No puede ser, nosotros sabemos qué pasó, ¿entendés, mami?”, dice Cristian. Dicen que alguien lo vio, alguien sabe qué pasó con el cuerpo, pero nadie parece tener certezas. El asombro se repite cuando transmiten la desmentida."
bastadeodio
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