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viernes, 17 de febrero de 2012

De La visión utópica de Zaffaroni y otras yerbas

Eugenio Zaffaroni durante la presentación del libro
En una entrevista realizada por Eduardo Anguita el pasado domingo 12 de febrero, para Miradas al Sur, el Ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni se refiere a parte del contenido de su libro "La Pachamama y el humano", recientemente publicado por las Madres de Plaza de Mayo y la Editorial Colihue. Esta es una parte de la entrevista. Al final haré algunos comentarios.

–Actualmente hablamos de petróleo, de minería, y creo que este libro nos ilumina en muchísimas cosas. Me gustaría que explicara un poco qué es esto de las constituciones antropocéntricas.

–En los últimos cien años, América latina ha dado al constitucionalismo mundial, fundamentalmente el constitucionalismo social, la ampliación de los derechos individuales a derechos sociales, que se hizo en la carta de Querétaro en la constitución mexicana de 1917. Y ahora en esta primera década del siglo XXI nos sorprenden dos constituciones: la de Bolivia y la del Ecuador con el reconocimiento de la personería a la naturaleza. Es decir, la invocación de la Pachamama que hacen las dos constituciones se traduce después normativamente en reconocerle a la naturaleza la condición de persona jurídica, lo cual es una ampliación de la subjetividad constitucional. Esta es una discusión muy interesante que abre en el constitucionalismo mundial una nueva etapa. Hasta ahora, se consideraba a la naturaleza cosas, cosas en el mismo nivel que las cosas del derecho civil. Hoy en día, en estas constituciones se le reconoce personería, tenemos que comenzar a trabajar jurídicamente sobre esta línea que propone el respeto a la dignidad de la naturaleza. No se trata de colocar los seres no humanos en el mismo nivel de derecho de los seres humanos, pero la circunstancia de que sean diferentes no significa que se le tengan que desconocer derechos y se pueda hacer cualquier cosa con ellos.

–Estaba pensando en Famatina en lo que vimos los que no estamos allá. ¿Qué piensa usted sobre lo que pasa en Famatina?

–He pensado que se abre un debate de decir, pero no es el debate de decir Famatina está afectando o no a los seres humanos, sino un cambio del eje. Es decir, tenemos derecho a explotar las montañas, tenemos derecho a explotar minerales, pero hasta qué punto tenemos derecho a perforar una montaña. La montaña también es un ser y es un ser con el que convivimos. Convivimos con la montaña, convivimos con los animales, convivimos con los vegetales y sin ellos no podríamos vivir tampoco; de modo que no somos los reyes de la naturaleza, no somos los administradores arbitrarios de la naturaleza, sino que vivimos en la naturaleza. Ese es el planteo fundamental. La naturaleza no es para nosotros, sino que nosotros estamos en la naturaleza y eso nos impone deberes.

–Muchos de los temas que son vitales para una nación como la Argentina son el petróleo, la soja…

–Suele decirse que la tecnología y el avance destructivo van a destruir la vida del planeta. Pero no, lo que estamos destruyendo son las condiciones de habitabilidad humana del planeta. Si dentro de la naturaleza desequilibramos de tal forma que nos convertimos en un cáncer de la naturaleza, el planeta va a estornudar y nos va a ir sacando de encima a nosotros.

–Cuando uno piensa en esta decisión de la Corte de involucrase directamente en un tema clave como el Riachuelo, uno se pregunta si como organismo máximo de Justicia de la Nación puede hacer lo propio con otros temas de la agenda pública.

–Podríamos hacerlo pero con la suficiente prudencia como para no interferir en la acción de otros poderes. Lo que no puede hacer ninguno de los otros poderes es no hacer nada cuando hay una demanda y un derecho lesionado. Ahí sí lo que le podemos exigir es que haga algo dentro del abanico de lo que es opinable en cuanto a las medidas políticas concretas. Es decir, ese es el límite en que nosotros podemos intervenir. El resto, ya sea la determinación de las medidas concretas, la discusión acerca de las medidas concretas, es una cuestión de la competencia de los otros poderes del Estado. En el caso del Riachuelo intervenimos porque no se hacía nada y había que hacer algo. Hoy podemos estar de acuerdo, no estar de acuerdo, criticar, etc., pero lo importante es hacer algo. Todo lo que es opinable en el abanico de posibilidades de medidas concretas, alguna tienen que hacer.

Portada del libro, ilustrada por Rep (HD)
Comentarios:

Las dos primeras preguntas tienen que ver con su visión sobre el problema del desarrollo económico y tecnológico y su impacto sobre el medio ambiente.

Debo decir que sus respuestas me dejan insatisfecho, obra en su disculpa el contexto restrictivo de una entrevista que va a ser publicada. No he leído su libro y es posible que estos temas se encuentren allí más desarrollados. Sin embargo, a partir de sus respuestas, me atrevo a señalar un par de observaciones:

La primera observación es que suena a una contradicción afirmar por un lado que (en aras de la necesidad) tenemos derecho a explotar (los minerales) de la montaña pero duda con respecto a la moralidad del hecho de perforarla. Uno queda perplejo. Los minerales no se encuentran al alcance de la mano (de esos ya no quedan, han sido explotados desde la época precolombina) sino bajo circunstancias en la que es necesario perforar, hacer volar una parte de la roca que forma la montaña, para luego de un complejo proceso industrial obtener una pequeña parte de producto. Generalmente un metal que por su precio en el mercado internacional (determinado justamente por su escasez) justifica los altos costos de producción.  Si estos costos son de por sí elevados, las tecnologías adicionales requeridas para minimizar el impacto ambiental representan un porcentaje relativamente poco importante en los costos totales. La minería a cielo abierto requiere de enormes inversiones que por el momento están fuera del alcance de los inversores locales. Además está el problema de la disponibilidad local de la tecnología.

En su respuesta Zaffaroni presenta dos miradas muy distintas casi antagónicas con respecto a la "montaña": a) como una entidad que contiene recursos valiosos e imprescindibles para el desarrollo de una sociedad compleja como la nuestra y, a la vez, b) como una entidad que forma parte de la naturaleza al punto de poder ser objeto de adoración (como de hecho lo es para muchas culturas) y que en consecuencia no tenemos derecho a "violarla".

Tampoco deberíamos, entonces, permitir la cría intensiva del ganado, o de la agricultura con el solo objeto de satisfacer nuestras necesidades alimenticias, deberíamos entonces cultivar de forma natural nuestros alimentos, solo los que vamos a consumir individual o familiarmente y cazar los animales naturales con el mismo fin. Ninguna cultura precolombina compleja hizo eso, los Incas sembraban y cosechaban maíz en grandes extensiones y con una depurada técnica, a su vez, criaban manadas de llamas, vicuñas y guanacos. Tomaban sus metales de la montaña a la que también adoraban sin ver en ello una contradicción. Ellos mismos utilizaban y explotaban a los nativos de Famatina con esa finalidad: el oro. Ser uno con la naturaleza no supone una actitud puramente contemplativa con respecto a ella, sería inviable, suicida en términos sociales.

Las necesidades de una sociedad vienen dadas por su nivel de desarrollo y el nivel de insatisfacción que presenta. Hay dos formas complementarias de atacar el problema. La primera es estimular el aumento de la producción y la segunda mejorar la distribución de los productos para que lleguen a toda la población. Por lo que afirman algunos historiadores los mismos Incas, en alguna etapa de su desarrollo como civilización, lo lograron a fuerza de trabajo y de invención de formas más eficientes de obtener sus productos y de distribuirlos entre la población.

En lo que hace al cambio de status legal de la "naturaleza", en ese punto Zaffarni es poco explícito. Concuerdo en que el cambio que refiere potencialmente puede significar un avance o una innovación trascendental no solo para nuestra región sino para el mundo todo. Por lo que se adivina, falta mucho por hacer para transformar esa idea en una realidad viable. De todas maneras es posible que quede limitada al plano Jurídico y Educativo, lo que no significa que no pueda representar a la larga un progreso gigantesco.

Finalmente con respecto a este primer tema: el ecológico, Zaffaroni parece compartir una visión pesimista y catastrofista del destino de la humanidad. Muchos en el mundo la comparten. Supone que la humanidad en peligro, bajo claros signos de catástrofe inmediata, es incapaz de reaccionar. Me temo que sucederá llegado el caso lo que siempre ha sucedido. Los más fuertes económica, política y militarmente serán los que mejor sobrelleven el trance y los que hereden una posible Tierra devastada. Es imaginar casi el infierno, que sobrevivan los peores, los más depredadores de la cadena humana. Pero la "naturaleza" es así, carece de moral, eso queda para los humanos y solo para algunos.

La segunda observación tiene que ver con la respuesta que da a la segunda pregunta del periodista. Zaffaroni afirma:

"Lo que no puede hacer ninguno de los otros poderes es no hacer nada cuando hay una demanda y un derecho lesionado."

Eso incluye, naturalmente a los tres poderes de la República. El está, junto con los restantes Ministros a la cabeza de uno de ellos. Y continúa:

"Ahí sí lo que le podemos exigir es que haga algo dentro del abanico de lo que es opinable en cuanto a las medidas políticas concretas. Es decir, ese es el límite en que nosotros podemos intervenir. El resto, ya sea la determinación de las medidas concretas, la discusión acerca de las medidas concretas, es una cuestión de la competencia de los otros poderes del Estado."

Zaffaroni se refiere en la entrevista al caso del Riachuelo, tomado como un ejemplo. Sin embargo es inevitable, por lo menos para mí, pensar en el detenido sine die artículo de desinversión de la Ley de Medios Audiovisuales, que tiene la aprobación de los dos restantes poderes del Estado y sin embargo duerme un injusto sueño en los cajones del escritorio de un juez que abusa del recurso de amparo.
La Corte se pronunció en el sentido de que el susodicho juez (aunque habló en general y no de forma específica respecto de este caso) debe establecer un plazo de vigencia "prudente" del recurso para evitar, en los hechos, producir un fallo -de facto no de jure- sobre la cuestión de fondo, impidiendo con su accionar que se cumpla con lo que establece la Ley o en caso contrario y si es de su competencia, declarar a ese artículo inconstitucional, para que finalmente la Corte Suprema decida de forma inapelable.

En este caso, el juez Zaffaroni y los restantes miembros de la Corte están aplicando el principio correcto de la prudencia de manera incorrecta. En primer lugar porque no se trata en este caso de otro poder sino de la conducta en su función de un miembro de su propio poder, en segundo lugar porque la falta de acción a la que lleva la prudencia está afectando intereses legítimos de los otros dos poderes del Estado y en tercer lugar, lo que es más importante, la demora en definir la aplicación del cuestionado artículo por interposición de un particular, está afectando al interés general de la sociedad. De modo que el daño que produce, en este caso, la prudencia es mucho mayor que el que produciría una eventual posición más comprometida, en un sentido o en el otro. Es a la Corte Suprema que le toca actuar con decisión. Ya han transcurrido más de dos años de aprobada la ley y todos los plazos que ésta establecía han quedado más que duplicados en los hechos y el mate está ya más que frío y lavado.

En este Blog me he ocupado reiteradas veces del Dr Eugenio Zaffaroni, casi siempre para ponderar sus posiciones y mostrar mi acuerdo con lo que él sostenía o mostrar la flojedad y probable mala intención de los ataques de que fue objeto (y que, como se vé han quedado en el olvido). Ejemplos de lo que afirmo, el lector los puede encontrar aquí, aquí y aquí y sobre el tema de la justicia y sus diversos rostros en una nota sobre el Juez del Supremo, Lorenzetti aquí.

Más sobre el libro y el pensamiento de Zaffaroni en otras entrevistas y notas periodísticas aquí , aquí , aquí y aquí (vista rápida y documento word). Entrevistado por Eduardo Anguita en Radio Nacional, aquí

Sobre el concepto del "vivir bien", muy de moda entre ciertos sectores ecologistas e indigenistas y mencionado elogiosamente por Zaffaroni, aquí

bastadeodio                                                         

5 comentarios:

  1. Y, en un contexto proBarrick, Zaffaroni es una molestia

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    1. No comprendo la manía de desviar el tema que tienen algunos "anónimos" anti-k, acusan al gobierno de autoritario y no hay nada más autoritario que comentar una opinión (que si se hubiese molestado en ver las referencias no es para nada contraria a Zaffaroni, ni favorable a la Barrick Gold) con algo que no tiene que ver y con lo que tampoco coincido, como lo he escrito, de modo que su "comentario" es igual a cero, lo publico porque no censuro a nadie salvo que se dediquen a insultar. Anónimo piense con su cabeza lea los post completos, no repita "slogans". Simplemente Debata, si puede.

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  2. Se ve que leyó dos parráfos y se largó a tirar chaquibunes. Muy bueno Profe! Como siempre, análisis de cirujano!

    Abrazo

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    1. También habla en el reportaje de la posibilidad de la reforma constitucional para instalar un sistema parlamentarista. Me ocupo en un siguiente post.

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