El melodrama, más precisamente el melodrama argentino, es un subgénero dramático cultivado generosa y exitosamente por las artes teatrales, cinematográficas y televisivas nacionales, tanto en el pasado como en el presente. Su contigüidad lo hace muchas veces indistinguible de otro subgénero: el grotesco.
En su origen la palabra indica la combinación de música (melo) y drama (texto-personajes) con el objeto principal de despertar sentimientos en la audiencia. El término suele tener modernamente una connotación negativa, por lo menos desde el punto de vista artístico.
Los medios audiovisuales nacionales son un claro ejemplo de que nuestro gusto por lo melodramático excede con mucho lo específicamente escénico y lo invade todo. Incluso las actividades más impensadas como conversar con un taxista o con un vecino en la cola del banco.
Está claro que no hay que cometer el desvarío de confundir el drama con el melodrama. Ni desde el punto de vista artístico ni del político. Los acontecimientos que vivimos a fines del 2001 constituyeron un drama -las decenas de muertos no son joda- pero aún así esa experiencia traumática y bien real puede ser evocada y organizada con una intencionalidad política -bajo la forma predominante del melodrama espectáculo- como sucedió durante las huelgas policiales del año pasado (!) en varias localidades del país.
Eso la TV lo aprovecha a las mil maravillas en particular porque -como ocurre en el arte- la escena tiene un final previsto que solo es conocido por su organizador.
La televisión actúa como un “justiciero” que denuncia las anomalías que atentan contra la armonía social buscando cerrar el relato construido a partir de su intervención.(1)
A nivel del discurso mediático todo se mezcla con todo como si las diversas dimensiones de la vida social hubieran dejado de existir y, además, todo parece suceder en la vida "real" representada a un ritmo tan vertiginoso o manipulable -exigencia del espectáculo- que más pronto que tarde las escenas vistas o vividas se olvidan y quedan listas para ser recreadas como nuevas si la ocasión se encuentra con la necesidad. Lo importante para el emisor es que en el proceso se pierdan los posibles vínculos y la posibilidad de la reflexión sobre ellos y sobre quienes los producen.
En lo que hace al discurso político hay que reconocerle a Elisa Carrió ser una vanguardista en la reintroducción del melodrama, en un momento en que sus advocaciones a catástrofes, hundimientos e incendios no eran tomadas muy en serio. La llegaron a llamar "loca".
Sin embargo su estilo de discurso melodramático predomina de manera casi absoluta en la actualidad en la expresión opositora. Podría decirse que aparentan estar todos locos o desesperados. Por lo menos a nivel del discurso.
Hoy funcionan a pleno los viejos clichés del género: "La Argentina es un barco que se hunde (Solanas)", "Es incomprensible que un país con tanto potencial esté en estas lamentables condiciones (Macri)", "Yo no permitiría que mi hijo fuese a un colegio en el cual el director es un abusador (Morandini refiriéndose a Boudou)", "Es posible que la falta de dólares obligue a Cristina a abandonar el poder antes de tiempo (Gonzalez Fraga), "Este gobierno me hace recordar a la dictadura y a la obediencia debida (Méndez, titular de la UIA)". Son algunos ejemplos de las exageraciones más recientes.
Para la construcción del patetismo melodramático las demoras en el desarrollo del relato resultan válidas y las exageraciones, indispensables. Antes que nada el transgénero melodrama se articula alrededor de una enunciación melodramática, es decir, un modo común de interpelar a las audiencias que acentúa el patetismo de las situaciones dramáticas que presenta.(2)
Yo estoy particularmente en desacuerdo con la idea -bastante sostenida en los ambientes oficialistas- que este sesgo del discurso opositor hacia el melodrama (la exageración, el insulto grotesco) encubre la falta de propuestas y que lo que hay que hacer es llamarlos a la reflexión, a pensar seriamente en el país, en su futuro y cosas por el estilo.
Esta apelación a la racionalidad -que por supuesto es deseable pero no siempre posible o conveniente- choca con la estricta funcionalidad del discurso político que se dirige a conectar a nivel de los sentimientos, de las pasiones, con el universo lábil de los indecisos. El mensaje resumido de la oposición es:
"Hay que acabar con esta Kalamidad Kirchnerista y todos seremos felices"
Con su subtexto: no importa como, no importan los detalles, cualquier cosa que venga después, como sea, será mejor.
Este discurso no es ninguna tontería, ni tampoco una forma que oculte una carencia. Tiene por detrás una Task Force impresionante. El plan, si hay que llamarlo de algún modo, existe aunque no sea explícito y esencialmente consiste en devolverle la conducción de los asuntos económicos a los que siempre la tuvieron (y en buena medida la siguen teniendo) pero sin la interferencia indeseable de pretenciosos como los K.
Me parece que es necesario dar respuesta a este discurso melodramático en el mismo plano y con las mismas herramientas con que los utiliza la oposición, tenemos una gran ayuda en la fragil pero existente memoria reciente que siempre es individual pero que se hace colectiva por contagio.
La pelea con los buitres nos muestra en parte el camino. Tiene aspectos de melodrama, no hay que disimularlos. Arrecia la pelea, sube Cristina, sube Cristina pierde la oposición.
Los peronistas hemos sabido recurrir con eficacia al melodrama (o a cualquier otro subgénero) cuando ésto era necesario para defender nuestro proyecto nacional.
(1) y (2): Aprea, Gustavo, (2003)*: “El melodrama negado”, ponencia presentada en XIV Congreso de la Asociación Alemana de Hispanoamericanistas en la Universidad de Regensburg, Ratisbona (Alemania).
bastadeodio
taria bueno que, no se como, alumbraranse los trapitos escondidos de estos repugnantes incansables.
ResponderEliminarcomo sea y donde sea. es imprescindible.
EliminarVos sabés que en una reunión escuché exactamente la misma propuesta de respuesta en el plano en que estas cosas se dicen.
ResponderEliminarYo también creo que este montaje se hace porque evalúan resultado principalmente en una amplia franja de clase media "indignada", "ofendida".
Luego quedan al descubierto cuando extienden un extenso manto de piedad sobre las brutales acciones de gobierno de aquellos que ellos votan.
es exactamente lo que hay que remarcar especialmente en sus aspectos dramáticos y no solo en los ideológícos y políticos. hay que ir a un contradiscurso más próximo al opositor, sin dejar de lado el otro que está dirigido más que nada -aunque no exclusivamente- a los propios.
EliminarCLARÍSIMO, pROFE... lo que pasa es que a veces, se es más duro y cruel con los compañeros que critican ciertos errores propios que con los enemigos y opositores de afuera... se le da aire a los troskos en Radio Nacional, en TV Pública... o a Binner, o Sanz, por ejemplo, y se ningunea a compañeros valiosos que no están en la rosca... ¿me entiende?, abrazo
ResponderEliminarEs la reacción de la cofradía (o politburó) que se siente amenazada porque tiene la cola sucia y la soberbia muy alta.
EliminarDe todas formas todavía confío en la sensibilidad y capacidad de reacción de Cristina y de algunos más en el gobierno para bajar línea más precisa -o renovar con sentido (a pesar de lo de MI)- que contenga estas tendencias que son troskas por su forma más que por su fondo.