Cristina bajo el cielo estrellado del techo de la Asamblea de la RP China |
Personalmente discrepo en que el ataque contra la institución presidencial -por más que en algunas mentes desorbitadas que lo llevan adelante pueda ser así- tenga realmente por objetivo la destitución mediante un juicio político al estilo, digamos, del presidente Lugo de Paraguay. Para eso no les dan las cuentas (los votos legislativos), ni las razones. El pedido de adelantamiento de las elecciones -dirigido a este gobierno- queda como una estúpida bravuconada de un provocador habitual como Asís más que como algo posible de lograr. Este tipo de amenazas tienen con este gobierno el efecto contrario: lo reafirman.
Creo que la estrategia opositora se aproxima más a un serio intento -nada novedoso en su esencia- de desgastar al gobierno frente a la opinión y, tal vez, llevarlo a cometer errores sobre los cuales poder profundizar el descrédito. No veo al gobierno en esta situación. Sin embargo, algo se advierte: Toda intervención mediática debe pesar los pro y los contra de las posibles respuestas, no es cuestión de sumar flancos a los ya abiertos.
Un ejemplo positivo es el claro desmentido del gobierno en cuanto al fallido anuncio de que él podría impulsar la recusación de los jueces que marchen el 18f.
Otro ejemplo que me parece aún más claro es el exitoso viaje a China de la presidenta -realizado en medio del clima desestabilizador- y los sustanciales acuerdos que se concretaron, lo que no hace más que confirmar que no se le tiene miedo a las maniobras opositoras y que, por el contrario, la mano mantiene firme el timón a pesar de la tormenta. Si los medios opositores tratan de ocultar o minimizar un hecho es porque su difusión les juega en contra. Una verdad de perogrullo.
Lo que si hay es desconcierto, incluso nerviosismo e improvisación en la oposición en general. Montaron el show opositor en el Congreso tratando de mantener vivo el tema Nisman y como forma de neutralizar el debate de la nueva ley de inteligencia que ocurría en simultáneo en el Senado. Algunos opositores invitaron -para maximizar el impacto- a la jueza Arroyo Salgado y el tiro les salió por la culata, no había más que verles las caras. Con tono pausado pero sin titubeos ni mediastintas la ex mujer de Nisman y querellante en la causa, repartió críticas -desde su lugar de magistrado- a todos, Gobierno, oposición y medios de comunicación. Lo único que no hizo fue entrar en la interna judicial, ni tampoco opinó sobre el 18f, aunque deslizó que aún no había decidido asistir. Tal vez -en su opinión- no hacía falta, su oposición a la politización de la causa le pareció suficiente manifestación en ese tema.
Los dos terrenos en los que la oposición se siente, y con razón, actualmente fuerte son los medios de comunicación y una parte tal vez no mayoritaria pero clave del aparato judicial con la que se prestan servicios mutuamente. La parte más retrógrada y hasta corrupta del sistema cuyos vínculos llegan hasta la dictadura genocida.
Pero ese poder fáctico no tiene necesariamente un correlato en el apoyo ciudadano. La institución justicia, lo muestran las encuestas, no es una institución prestigiosa ni creíble. Los medios, especialmente Clarín, han perdido también buena parte de su credibilidad y su poder a causa de su abierto enfrentamiento con el gobierno que pone en evidencia la protección judicial de la que abusan tanto para proteger sus intereses económicos como políticos.
El apoyo a la desestabilización por parte de algunos personajes extranjeros (buitres, embajador USA, etc) puede jugar más en contra que a favor como ya ha sucedido. Lo mismo ocurre con los habituales vínculos de sectores de la oposición con medios e instituciones foráneas que son enemigos declarados del gobierno y -yendo más allá- del propio país soberano.
Finalmente, los vínculos opositores con el poder económico local, si bien existen, no se muestran tan fuertes como para poder sumarlos alegremente al intento desestabilizador como ocurrió en ocasiones anteriores. Eso es bien visible. Incluso dentro de la UIA. Los más duros (Techint) quedaron momentáneamente en minoría frente a los acuerdos con China.
Mi convicción actual es que si se quita la hojarasca sensacionalista de los medios y las declaraciones rimbombantes lo que queda es un intento de influir en el electorado disminuyendo la confianza en el gobierno para aumentar así las chances de un (por ahora muy) hipotético frente opositor, que lo haga capaz de vencer en segunda vuelta a un FPV + aliados unido, que es poseedor de un claro proyecto y con la experiencia que le da el haber cruzado con éxito, más de una vez, mares tormentosos.
Además una hipotética merma en el apoyo al gobierno, si existiera, no se traduce necesariamente en las urnas en un voto opositor.
El problema central de la estrategia opositora son los excesos de todo tipo en los que incurren, los que se les pueden volver en contra si la porción del electorado que disputan con el gobierno -previsiblemente sectores medios- perciben que se trata de una pura y mezquina maniobra desestabilizadora. A nadie le gusta que le compliquen la vida ahora, con la promesa de que si se aguantan el chubasco prefabricado mañana estarán en el paraíso. Mucho menos si enfrente hay un gobierno que se mantiene firme y respondiendo a los desafíos con más política y menos provocaciones. Y del otro lado, en cambio, reina una confusión que forma y rompe alianzas casi todos los días, al punto de que no se sabe quién es quién y que es lo que propone como no sea el oponerse a todo lo que hace el gobierno.
bastadeodio
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