Hace mucho tiempo, cuando era un joven estudiante, para "memorizar" alguno de los tantos "conocimientos" -en su gran mayoría informaciones de dudosa utilidad- recurría (obligado) a la repetición.
En ese entonces era el procedimiento habitual y me temo que aún lo es. Cuando éste parecía fallar se solía recurrir a ingentes dosis de medicamentos a base de fósforo que -decían- favorecía el desarrollo intelectual (Memorex, por ejemplo, de laboratorios Montpellier aún existe).
Tales practicas repetitivas y machacantes no se limitan al medio escolar son, por ejemplo, habituales en la publicidad televisiva y radial y en otros muy diferentes ámbitos, sin que se cuestione seriamente su eficacia o las posibles consecuencias negativas de su utilización.
Según los verdaderos especialistas en ciencias cognitivas, sin embargo, la mera repetición no parece determinar por sí sola lo que vamos a recordar. Hace falta otro ingrediente no incluido de forma explícita en los manuales de didáctica que es esa disciplina científico-pedagógica que tiene como objeto de estudio los procesos y elementos existentes en la enseñanza y el aprendizaje.
Ese ingrediente indispensable es la emoción, los sentimientos. En una entrevista realizada por Leonardo Moledo al especialista Ramiro Freudenthal, investigador del Conicet, de la cual extraigo la cita que sigue, se aclara en parte este punto:
"–Cuénteme a qué se dedica.
–Mi tema de investigación es la consolidación de la memoria de largo término, tratando de dilucidar cómo suceden algunos cambios en el sustrato nervioso que permiten que uno pueda almacenar memoria.
–El problema de la memoria es uno de los centrales de la neurología, porque tiene que ver con la existencia misma del sujeto como sujeto. Si no hubiera memoria reciente, no habría sujeto. ¿Cómo es el tema de la memoria? ¿Qué se almacena y qué no se almacena?
–Eso es muy interesante. No es exactamente el objeto de mi estudio, pero le puedo contar algo. Uno filtra todos los inputs sensoriales según algún tipo de filtro que impone el sistema nervioso.
–¿Se sabe algo de eso?
–Sí, se saben las cosas más clásicas. Por ejemplo, todas las cosas que tienen un componente emocional se recuerdan muchísimo más. Es un marcador de importancia almacenada. Eso es de lo que más se conoce. Hay varios centros en el cerebro, algunos más ocupados de procesar la parte sensorial y otros de darle al hecho la importancia que le corresponde. Por ejemplo, la amígdala regula el almacenamiento de la memoria emocional, hay otra entrada que es regulada por el hipocampo y que tiene que ver más con información espacial, de lugares, cuestiones geográficas. Esas cosas, por ejemplo, se graban más si la amígdala se está activando al mismo tiempo. Ese es un ejemplo.". Fin de la cita
Algo parece surgir con claridad de todo este entrevero: recordamos mejor aquello que por alguna razón nos importa, nos afecta. Los sentimientos personales frente a los eventos que se producen a nuestro alrededor son el gran selector de los recuerdos.
Esos alienígenas "superiores" carentes de todo sentimiento que pululan en cierta literatura de Fantasy & Science Fiction serían todos seres sin memoria o quizás, contrario sensu, les pasaría lo mismo que a (Irineo) Funes el memorioso, el personaje de Jorge Luis Borges (Ficciones, 1944), que recordaba absolutamente todo, lo que daba por resultado un caos intelectual. "Mi memoria es como vaciadero de basuras", decía el pobre.
Para recordar de alguna manera hay que elegir aquello que se debe olvidar.
bastadeodio
Debemos dejar de “querer" aquello que queremos olvidar... ;)
ResponderEliminarSerá por eso que se borran tantos acontecimientos sociales que vivimos en todo este tiempo porque es mejor olvidarlos, y nos quedan impregnadas las mejores fotos que nos emocionaron como pueblo... muy bueno, abrazo
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